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HISTORIAS                    Manuel Espejo

El butrón

 

J y G.  habían preparado el golpe concienzudamente. Todo estaba estudiado y preparado hasta el mínimo detalle. Habían revisado todas y cada una de las posibilidades para que todo saliera bien. Cuando llegaron al lugar donde debía darse el golpe, siguieron paso por paso su plan y todo iba saliendo de la manera como estaba previsto.

Sin embargo, después de desconectar las alarmas y de hacer el boquete de acceso al local donde iban a cometer el atraco, sucedió algo inesperado. El botón del pantalón de J. se desprendió. Los pantalones, que eran bastante anchos, se le caían. No podía caminar sin evitar que los pantalones se le vinieran abajo. Como no llevaba cinturón, no había forma de mantener los pantalones en su sitio. G. lo miraba con incredulidad. No podía creer lo que estaba sucediendo. Cuando J. soltaba los pantalones, estos se venían al suelo y dejaban a la vista los calzones a topos del butronero. J. Intentó buscar cables, bolsas de plástico, tela, lo que fuera para hacer un cinturón. Sin éxito. J. necesitaba las dos manos libres y los pantalones en la cintura y no en el suelo, donde la prenda le impedía moverse. Cuando J. y G. habían perdido el tiempo de holgura que habían planeado para cometer el atraco, decidieron marcharse y abandonar el golpe. 

Al día siguiente, la policía no podía creerse lo que estaba viendo. Los ladrones habían llegado prácticamente a la cámara acorazada  y sin embargo habían abandonado. Uno de los investigadores halló en el suelo un botón que parecía de un pantalón vaquero. Lo miró. Examinó si tenía huellas dactilares. Como no vio nada raro, en lugar de meterlo en una bolsita para guardarlo para la investigación, el detective lo arrojó en una papelera, y se olvidó del pequeño objeto. 

― Otro caso que no se resolverá, pensó.

La investigación se extendió un par de días más y después se archivó. Nunca se sospechó de los autores, quienes no pudieron retirarse de la profesión, como era su intención.

Al cabo de unos meses, los dos butroneros fueron detenidos. Posteriormente, tras una temporada en prisión preventiva, J. y G. fueron juzgados y condenados a tres años de prisión por otros delitos. Cumplieron su pena con alguna rebaja. Nunca volvieron a intentar un butrón. 

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