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HISTORIAS                    Manuel Espejo

El año 2000

Durante años se venía diciendo que como consecuencia de un error de programación en los años sesenta, los ordenadores podían dejar de funcionar el año 2000. Los trenes se pararían, los aviones se caerían, los ascensores dejarían de funcionar, los técnicos perderían el control de las centrales nucleares, que podrían causar desastres. Nuestro mundo podría estallar por culpa de un algoritmo informático.
Miles de consultoras informáticas trabajaron incansablemente, a cambio de sustanciosas facturas, en solucionar el denominado efecto año 2000 del material informatico. Los gobiernos presupuestaron cantidades ingentes de dinero por este motivo.
Yo en aquella época daba créditos a empresas en el banco donde trabajaba. El formulario que elevábamos para la concesión de las facilidades debía contener una frase que afirmaba que el cliente había tomado medidas para adaptarse al efecto 2000. En caso contrario, no había financiación.
El 31 de diciembre de 1999 puse mi antiguo y ya no utilizado 286 para ver qué pasaba con el paso de un año al otro. Ni que decir tiene que yo no había adaptado este antiguo ordenador al nuevo milenio.
A las doce en punto, tras los saludos y el cruce de buenos deseos de rigor, lo primero que hice fue mirar mi 286. Funcionaba perfectamente. No se supo nada de ningún ascensor que hubiese dejado de funcionar, ni de ningún lavaplatos que se parase entre un siglo u otro, ni de que alguna cosa electrónica hubiese hecho algo raro en ningún país del mundo.
Cuando verifiqué que mi 286 funcionaba tan limitadamente como siempre, pero que funcionaba, lo apagué. Tenía la sensación de que alguien me había tomado el pelo.
El mundo no se acabó en el año 1000, ni se había acabado en el año 2000, y como no hay dos sin tres, seguro que tampoco se acabará en el año 3000, por mucho que lo anuncien un montón de agoreros que se lucran con ello.

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